María José Pérez
María José Pérez
pinturas
No es frecuente que los espectadores locales puedan apreciar muestras de lo que hacen artistas que viven y crean en su patria chica. Por ello, los que vivimos en la Capital, debemos estar agradecidos a los galeristas que nos dan la oportunidad de compartir la creatividad de, en este caso, una artista sensible y singular como María José Pérez.
Es oriunda de General Pico (La Pampa), de donde provienen varios/as artistas distinguidos/as. Como lo es Pérez, que ya ha presentado su obra en varias ciudades. En su nueva muestra ofrece una dualidad de enfoques tan interesante como original y versátil, pues no se queda atada a un solo tipo de imagen. Inició su trayectoria, como tantos otros colegas, en la figuración y pintando. Luego rumbeó hacia la escultura y, al empezar a policromar sus obras, retornó a la pintura.
Y ahora se abocó plenamente a la abstracción. Su obra es singular, teñida de un lirismo sereno pero fuerte, en ciertos casos, volátil en otros. Aunque trabaje en la ciudad, para ella es vital la cercanía del campo pampeano. Ese campo fuerte y agreste, llano y majestuoso, en el que el silencio tiene un sonido visual que define el cielo, impresionante y misterioso. En esa naturaleza encuentra una paz que sólo la llanura infinita puede dar, arrullada por el viento.
Y justamente podemos ver torbellinos de aire que se elevan bajo firmamentos, hechos con trazos ligeros de una paleta clara y delicada, con figuras hechas de grafismos juguetones que parecen gozar del entorno. En varias de ellas se siente una delicadeza digna de los Preludios de Debussy. Pero estos paisajes abstractos no están exentos de fuerza y drama, con tonos dignos de Wagner, en los que se manifiesta como una muy buena colorista.
Mas Pérez ofrece otra serie de imágenes en las que también impresiona su manejo del color. Si bien en ellas se siente su autoría en los trazos, la imagen es bien diferente. Dominan las superficies cuadradas, formas definidas pero no rígidas, que aliviana el tratamiento pictórico que les da la artista a las superficies. Las interviene con signos semejantes a veloces graffitti, combinando los colores de manera que aligera las formas. Acá surgen los sonidos de un Stravinsky tardío, harto adecuado al misterio que sugiere esta colección de imágenes singulares y armoniosas.
Alfredo Cernadas 2010 crítico de arte
Del 3 al 31 de octubre de 2010